"La rueda"
autor: Gustavo Romano
Nuestra vida se nos da como una rueda que no deja de andar en forma vacilante, y es cada uno el que puede (y debe) darle rumbo. Dejaremos esta vida cuando la rueda se detenga, de hecho el nacimiento es el primer impulso con el que comienza a rodar, en adelante sólo podemos mantener su giro por el llano, aprovechar los declives del camino para vivir intensamente, y esforzarnos en que no aminore demasiado su marcha frente a las numerosas cuestas que indefectiblemente cada camino tiene.
Elegir si dejamos que vaya rebotando por bordes sinuosos o que otros la vayan pateando hacia cualquier lado, es nos guste o no nuestra decisión; también tomar el control para hacer que ese recorrido tenga algo de sentido, para que al final del camino la frase “descanse en paz” sea una realidad y no palabras huecas.
Todos tememos a la incertidumbre, al error, al posible sufrimiento, a que nos lastimen… son miedos fundados en la realidad; pero no es menos real que la rueda de nuestra vida se detendrá sólo una vez…. y ya no podremos hacer nada. Será por eso que nos aferramos tanto cuando la rueda va deteniendo su marcha y sentimos que su destino es incierto… será que nos damos cuenta que dejamos muchos caminos sin recorrer, sólo nos dejamos llevar por ese andar errático como seres sin decisión propia, esperando que otros, que la magia, que el Dios de cada uno decida el siguiente paso. Se comprende, es pesado hacerse responsable de las propias decisiones, por eso muchos de nosotros optamos por dejar que la rueda siga girando en la fantasía de que nunca se detendrá, postergando todo lo que nos animamos a vivir en el secreto de nuestras mentes.
Muchos de nosotros utilizamos excusas para sacarnos la responsabilidad de guiar los destinos de nuestra propia rueda, por supuesto hasta donde la Naturaleza y el Universo nos permite en nuestra esencia de Ser humano… pero en cuanto esta esencia se convierte en justificación para trabarnos y dejarle nuestra tarea de tomar decisiones a “la magia del destino”… creo que estamos en problemas.
Creo que somos cobardes frente a cada día que vivimos en resignación y ensueño, con un “tal vez…”, “qué hubiera pasado si….” en la boca.
Mientras la rueda gira por caminos iluminados y prolijas autopistas, nos sentimos optimistas y relajados, dueños del mundo y conductores de nuestros días. Pero basta con un pequeño bache, alguna que otra rueda que nos pase veloz y nos desestabilice para que tomemos conciencia del pobre control que sobre ella tenemos. De todas formas pienso que algo podemos hacer, y como en muchos aspectos de la vida, se trata de ejercitarnos, es decir de mantenernos alertas y entrenados día a día. El agotamiento diario nos lleva a “disculparnos” si sólo vivimos del trabajo al sillón y la tele, si cumplimos con las normas preestablecidas socialmente para cada etapa. En verdad es como si existiera una fuerza superpoderosa que nos obligara a buscar exactas metas históricamente establecidas. Son pautas sociales con las que hasta cierto punto estoy de acuerdo y adhiero… en tanto y en cuanto no se conviertan en muros de contención que marquen un único camino que mi rueda “deba seguir”. Lamentablemente en lo personal siento que esto es más de lo que uno se da cuenta; creo y estoy convencido que la lucha es con uno mismo, día a día. No digo nada nuevo, tomo palabras de O´Sensei y supongo que él habrá sintetizado esa verdad universal. Además, me recuerdan a los consejos de mi guía espiritual de mis buenas épocas. Me decía: “cada cambio, cada avance o logro comienza cuando te despertás y termina cuando te dormís… al día siguiente tenés que empezar otra vez; lo siento pero de eso se trata. Cuando el tema es tu vida interior no des nada por asegurado, mantenete despierto y alerta, entrenando tu espíritu así como te gusta entrenar tus destrezas”.
Hoy me parece escucharlo todavía y me causa cierta vergüenza verme de formas que no me gustan; pero me perdono siempre y cuando retome el ejercicio diario de empujar la rueda hacia donde sienta que el Universo me necesita.
25 Feb 2010
Gustavo san
autor: Gustavo Romano
Nuestra vida se nos da como una rueda que no deja de andar en forma vacilante, y es cada uno el que puede (y debe) darle rumbo. Dejaremos esta vida cuando la rueda se detenga, de hecho el nacimiento es el primer impulso con el que comienza a rodar, en adelante sólo podemos mantener su giro por el llano, aprovechar los declives del camino para vivir intensamente, y esforzarnos en que no aminore demasiado su marcha frente a las numerosas cuestas que indefectiblemente cada camino tiene.
Elegir si dejamos que vaya rebotando por bordes sinuosos o que otros la vayan pateando hacia cualquier lado, es nos guste o no nuestra decisión; también tomar el control para hacer que ese recorrido tenga algo de sentido, para que al final del camino la frase “descanse en paz” sea una realidad y no palabras huecas.
Todos tememos a la incertidumbre, al error, al posible sufrimiento, a que nos lastimen… son miedos fundados en la realidad; pero no es menos real que la rueda de nuestra vida se detendrá sólo una vez…. y ya no podremos hacer nada. Será por eso que nos aferramos tanto cuando la rueda va deteniendo su marcha y sentimos que su destino es incierto… será que nos damos cuenta que dejamos muchos caminos sin recorrer, sólo nos dejamos llevar por ese andar errático como seres sin decisión propia, esperando que otros, que la magia, que el Dios de cada uno decida el siguiente paso. Se comprende, es pesado hacerse responsable de las propias decisiones, por eso muchos de nosotros optamos por dejar que la rueda siga girando en la fantasía de que nunca se detendrá, postergando todo lo que nos animamos a vivir en el secreto de nuestras mentes.
Muchos de nosotros utilizamos excusas para sacarnos la responsabilidad de guiar los destinos de nuestra propia rueda, por supuesto hasta donde la Naturaleza y el Universo nos permite en nuestra esencia de Ser humano… pero en cuanto esta esencia se convierte en justificación para trabarnos y dejarle nuestra tarea de tomar decisiones a “la magia del destino”… creo que estamos en problemas.
Creo que somos cobardes frente a cada día que vivimos en resignación y ensueño, con un “tal vez…”, “qué hubiera pasado si….” en la boca.
Mientras la rueda gira por caminos iluminados y prolijas autopistas, nos sentimos optimistas y relajados, dueños del mundo y conductores de nuestros días. Pero basta con un pequeño bache, alguna que otra rueda que nos pase veloz y nos desestabilice para que tomemos conciencia del pobre control que sobre ella tenemos. De todas formas pienso que algo podemos hacer, y como en muchos aspectos de la vida, se trata de ejercitarnos, es decir de mantenernos alertas y entrenados día a día. El agotamiento diario nos lleva a “disculparnos” si sólo vivimos del trabajo al sillón y la tele, si cumplimos con las normas preestablecidas socialmente para cada etapa. En verdad es como si existiera una fuerza superpoderosa que nos obligara a buscar exactas metas históricamente establecidas. Son pautas sociales con las que hasta cierto punto estoy de acuerdo y adhiero… en tanto y en cuanto no se conviertan en muros de contención que marquen un único camino que mi rueda “deba seguir”. Lamentablemente en lo personal siento que esto es más de lo que uno se da cuenta; creo y estoy convencido que la lucha es con uno mismo, día a día. No digo nada nuevo, tomo palabras de O´Sensei y supongo que él habrá sintetizado esa verdad universal. Además, me recuerdan a los consejos de mi guía espiritual de mis buenas épocas. Me decía: “cada cambio, cada avance o logro comienza cuando te despertás y termina cuando te dormís… al día siguiente tenés que empezar otra vez; lo siento pero de eso se trata. Cuando el tema es tu vida interior no des nada por asegurado, mantenete despierto y alerta, entrenando tu espíritu así como te gusta entrenar tus destrezas”.
Hoy me parece escucharlo todavía y me causa cierta vergüenza verme de formas que no me gustan; pero me perdono siempre y cuando retome el ejercicio diario de empujar la rueda hacia donde sienta que el Universo me necesita.
25 Feb 2010
Gustavo san
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